El sábado 11 de octubre se llevó a cabo una función especial de «Robot: Ecos Neurodivergentes» que contó con un panel de discusión al final de la obra.
Las tres panelistas fueron Tamara Duarte, terapeuta ocupacional del Centro UC Síndrome de Down; Pilar Iturrieta, Jefa del Departamento de Derechos Humanos y Seguimiento Legislativo del Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis); y Claudia Vicuña, académica del Departamento de Danza de la Universidad de Chile, que además es una de las intérpretes del montaje.
La conversación giró en torno a diferentes reflexiones que tuvieron respecto a la construcción de espacios equitativos para las personas con discapacidad. Duarte, por un lado, comentó cómo la obra hace una crítica respecto al modelo rehabilitador, indicando que «siempre vamos a chocar contra un muro si pensamos en cómo hacer encajar a la persona en la sociedad». Luego, Iturrieta resaltó el valor del teatro como herramienta para poner en valor la diversidad y comentó la importancia del evento de la mudanza, pues refleja lo largo y difícil que es el proceso de transición por el cambio de paradigma al modelo social de la discapacidad. Finalmente, Vicuña resaltó la apuesta de la producción escénica por generar una integración efectiva, planteando diferentes medidas de accesibilidad para todos los presentes y no segregando a las personas con discapacidad a funciones distendidas.
«Robot: Ecos Neurodivergentes» narra la historia de dos personajes que experimentan el mundo desde sus diferencias, y tienen que mudarse de casa. Nada de esto es en estricto rigor un spoiler porque se cuenta en la Guía de Anticipación brindada a todos los presentes antes de la obra. Este documento, más que un programa de mano, es un recurso de accesibilidad cognitiva que opera como un acompañante en la experiencia escénica y es solo una de las herramientas con las que esta obra hace de la discapacidad un elemento fundamental de su diseño.
Al llegar, los asistentes reciben la Guía junto con la indicación de que la función está diseñada para ser accesible a través de muchos recursos. En primer lugar, hay una sala de regulación al lado, un espacio diseñado para calmar, regular o activar sistemas sensoriales de personas con autismo u otras condiciones neurodivergentes, promoviendo bienestar, autorregulación y atención. Además, la sala de regulación cuenta con un televisor que transmite la obra de forma simultanea para que nadie se pierde el espectáculo. La sala donde se presenta la obra cuenta con sillas sensoriales para quienes requieran de más comodidad, y también se indica que quienes deseen salir en cualquier momento, pueden hacerlo, lo cual sería impensable en la mayoría de puestas en escena de la actualidad. Al inicio de la obra, una voz en off comenta los diferentes recursos técnicos y escénicos que se usarán en la sala y su significado, y cuya intensidad está descrita por escenas en la Guía de Anticipación. También hay un juego de luces específico que se usa en las transiciones, y que señalan el fin de una escena y que está permitido conversar. En conjunto, una serie de medidas que transforman la experiencia teatral, y que abren la puerta a más audiencias.
«La obra busca reflexionar en conjunto sobre cómo la neurodivergencia y la discapacidad transforman el arte escénico, los lenguajes del cuerpo y las formas de crear. Nuestro propósito como equipo es abrir un diálogo sobre el valor político y ético del arte como espacio de encuentro y reconocimiento de la diferencia, preguntándonos qué cuerpos, formas de sentir y pensar pueden habitar el escenario y la sociedad contemporánea», cuenta Victor Romero-Rojas, doctor en Psicología Social y Política, investigador del Núcleo DISCA, de la Escuela de Teatro UC, del Centro UC Síndrome de Down y co-director de la obra.
Victor también vinculó este proceso con los hallazgos de su reciente tesis doctoral, la cual aborda cómo las personas con discapacidad construyen su ciudadanía a través del uso de espacios públicos y del artivismo. «Hay mucha vinculación metodológica de mi proyecto doctoral que se traslada de forma directa a entender la práctica escénica como una investigación, y ahí hay un componente ético muy importante de trabajar con personas con discapacidad y no únicamente por, para o sobre ellas», anotó.